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QUIJANO (2) CONMINA al Obispo a venir a Alicante en 42 horas,con UNA EMOTIVA CARTA PÚBLICA
CAPÍTULO 2. SOBRE LA EMOTIVA CARTA QUE ESCRIBE AL OBISPO DE LA DIÓCESIS RECORDÁNDOLE SU DEBER Y CONMINANDO SU REPRESENCIA EN ALICANTE, ANTE LA FUGA DE LOS ECLESIÁSTICOS
Trino González Quijano toma posesión del cargo de gobernador civil de Alicante el 4 de agosto dedo 1854. La epidemia del cólera invade Alicante.
Al otro día de la llegada, al paso que mandaba publicar bandos para los dueños de los establecimientos públicos, o tiendas de comestibles cerradas, las abrieron en el término de veinticuatro horas; al paso que conminaba con las penas más severas a los espendedores que, guiados por un instituto de especulación reprensible; trataban de vender sus géneros a precios exorbitantes; sabedor de que muchos sacerdotes habían emigrado, y viendo que los pocos ue quedaban cumpliendo con su sagrado ministerio, no podían prestar los auxilios espirituales que porm douiera eran reclamados, dirigió al obispo de la diócesis la siguiente comunicación, que reproducimos integra, por considerarla un documenteno de máximo interés, y que revela perfectamente la situación en que se hallaba esta desgraciada.
«En las tribulaciones especialmente busca el pueblo «a Dios y a sus amigos y si a estos nos lo ve cerca, les envía su doliente voz para que se acerquen. El pueblo de Alicante bajo la influencia de una terrible adversidad, busca a los que pudieran consolarlo, a los que pudieran darle valor y enerjía* para arrostrar el mal, luchar por la esperanza, con esa esperanza que la religión infunde, eficaz, viva, prodijiosa* y que asegura el vencimiento. El nombre de V.I. es repetido por todas partes; y justamente. La capital de esta provincia, de cuyo mando me necargué ayer mismo, carece de eclesiásticos según en otra comunicación se pone en noticia de V.I.; carece por tanto, de valor moral, y el ánimo decae poruqe el abandono es la muerte de los desgraciados»
«El terror que se apoderó de muchos sacerdotes, y al cual no debieran ceder personas ilustradas y consagradas al servicio de la humanidad, los ha hecho alejarse de esta población cuyo aspecto es verdaderamente triste, recordándonos su soledad los pavorosos días de aquells ciudades antiguas sobre las que se contemplaba, y el exterminio por decreto del cielo, cuya justa cólera se aplaca sólo con las virtudes y las virtudes han de ser jercidas por todos, por cada cual en el círculo de sus deberes y las del sacerdocio son indeclinables.
«Pues bien Illmo SR,: á esos sacerdotes les devolvería el valor de mi ejemplo y el ejemplo debería ser dado por su principe, trasladándose V.I. a este pueblo como se lo suplico.»
Esta súplica bastará, y con extremo gozo me complazco en suponer que no es del caso recordar ni leyes, ni cánones, ni prácticas mil veces acreditadas por varones es clarecidos en virtud, para que V.I. disponga inmediatamente su viaje a fin de hallarse aquí dentro de cuarenta y dos horas como lo exigen las circunstancias que obligarán a posponer al sagrado, sagradísmo de la pública salud».
No quisiera en esta ocasión estampar una sola palabra de mando; no quisiera dirigirme a V.I. como autoridad; sería para mí un desengaño cruel, cuya sola idea me entristece, la tardanza de V.I. en presentarse a sus diocesanos que padecen o reclaman a su verdadero Pastor espiritual con un derecho que es suyo y del cual nadie le puede privar, porque nadie puede ahogar la voz del triste, del atribulado tan aflictivamente, si esa voz, como ahora, llama a los que están encargados de salvarles, y debe ser oída, y deben ser ellos complacidos sin demora».
Tristísima es la situación de Alicante, la influencia mortífera del mal diezma las familias; los enfermos perecen sin los auxilios espirituales, muchos sin sólo consuelo de la Religión, y V.I. conoce que no es tolerable el desvío de personas cuya primera obligación es morir con el que muere víctima de una desgracia por el mismo decretada.
En la íntima persuasión de que estará V.I. a mi lado en el término arriba dicho, lo anuncio al público porque me he propuesto no negarle cosa alguna ; que pueda contribuir a la salvación, visito los hospitales; recorro las casas de los enfermos: ( mueren algunos en mis brazos) pero esto mismo influye en la fé del pueblo que se reanima y espera».
También he determinado que salga en pública y solemne procesión la reliquia tan venerada aquí de la Santa Faz, y para prácticas tan útiles se hace indispensable la concurrencia de V.I. y demás sacerdotes.
«V.I: podrá por su parte excitar a los eclesiásticos, mantener imperecedera en ellos la virtud de la abnegación con que deben sacrificarse al bien público; y limitándome por tanto a no dudar del celo y alta religiosidad de V.I. , lo aguardo impaciente, pero seguro de que vendrá, sin que sea necesario repetir comunicaciones que nos traerían disgustos que es preciso no añadir a la consternación del vecindario»
Díos guarde a V.I. muchos años. Alicante 23 de Agosto de 1854 = Trino González de Quijano.- M.I. Señor Obispo de esta Diócesis de Orihuela…….
Fuente Reseña Histórica de Alicante (1821-1881) Nicasio Camilo Jover Ilustraciones del Museo Virtual de Sanidad http://www.isciii.es «la vacunación del cólera»y óleo de Francisco Goya «La Peste»
( Ver parte CAPÍTULOS QUIJANO 1, 2, 3, 4, 5, y 6)
QUIJANO (1) ALICANTE INVADIDA POR EL CÓLERA. 1854
CAPÍTULO 1 : ALICANTE ES INVADIDA POR LA EPIDEMIA DEL CÓLERA EN 1854
1830. Mapa de difusión cólera del Museo Virtual de la Sanidad. Vista en http://www.isciii.es
El cólera- morbo había invadido ya la Península, y el 10 de Agosto de 1854 se presentó en Alicante el primer caso de aquella terrible enfermedad que de una manera tan horrorosa iba a desvastar a la población.
Inmediatamente se adoptaron algunas medidas por el alcalde Constitucional; se trasladó la persona atacada la lazareto que se había establecido provisonalmente en el local de la fábrica de fundición La Británica , y se dieron las órdenes oportunas para que los médicos estuviesen prontos a combatir los progresos del contagio, que se declaró oficialmente el día quince; pero fue tal la intensidad conque se desarrolló, que en breve fueron ya inútiles de los esfuerzos de la junta y de los alcaldes para poner dique al pánico que se apoderó de la población entera: más de nueve mil personas emigraron precipitadamente, y Alicante empezó a ofrecer desde entonces un cuadro de desolación cuyo recuerdo estremece todavía a sus habitantes.
Mucho se ha escrito acerca de aquel terrible período de la historia de esta ciudad, que en ciertos momentos pareció hallarse condenadamente, y Alicante empezó a ofrecer desde entonces un cuadro de desolación cuyo recuerdo estremece todavía a sus habitantes.
Mucho se ha escrito acerca de aquel terrible período de la historia de esta ciudad, que en ciertos momentos pareció hallarse condenada a desaperecer de la faz de la tierra.
!Seis mil personas llegaron a sentirse invadidas de las diez mil que quedaban en la población: a los estragos del contagio se unieron en breve los horrores la carestía y aún del hambre… llegó un día en que faltaron los artículos de primera necesidad, en que se carecía de nieve y pan..!
La desesperación se apoderó al fin del resignado pueblo alicantino, que a pesar de su estoica virtud empezó a meditar planes siniestros; pero la Providencia quiso depararle un ángel de misericordia, y el 22 de Agosto, llegó a nuestra capital el gobernador D. Trino González de Quijano, y con él la esperanza de salvación.
Fuente: Reseña Histórica de la Ciudad de Alicante de Nicasio Camilo Jover ( 18821-18881)
Ver CAPÍTULOS QUIJANO (1, 2, 3, 4, 5, y 6)
Imágenes de Alicante,el parral
LITERATURA

EMPARRADO (óleo sobre lienzo), del pintor CERDÁ GIRONÉS
El parral está en cierne; los pámpanos acaban de crecer, ensortijados de zarcillos que se quiebran de tan tiernos. (…) las avispas vuelan con dejamiento, con descuido de sí mismas. No se preocupan ni de recogerse las patas. Deben haberse dicho:»Voy cerca, y no es menester que me suba las piernas; colgando van bien; tal y como estaba, sobra…»Esas zancas llevan una media de vello arrugadita y caída. Pasan, vuelven, meciéndose en el sol, distraídas y comadres.
Los abejorros, repolludos y malhumorados, se afanan por sentir mucha prisa. Si no se fijan ni cavilan más en las cosas, no es porque les falte capacidad de atención y ahinco; y si no, que se repare en bramido que llevan. Pues, si se estuviesen en torno del parral, no lo podría resistir el envigado; cada pámpano, se estremecería, doblándose bajo el impétu de su viento; una perdición.
«….Llegan los escarabajos con su negrura pavonada..En su sotanilla bombada y en su bonete, traen ellos todo el sol de los campos en una gota; todo el sol miniaturizado dentro de un azabache. Sus alas y elictras son un molino de hélices y exhalaciones moradas. Se pesan tanto a sí mismo que rebotan contra los pilares. Temen no haberse puesto las alas que les corresponden. Esa es su lástima.
!Tan bien acabados, esferoidales, carbonosos, bruñidos, organizados para empresas de terquedad, y con las mangas tan cortas que no les permiten sostenerse en todo el día del cielo!.
Ven la entrada oscura de un cañuto del techo del parral. Las avispas y los abejorros han visto ese agujero y nada. Pues los escarabajos no pasan delante del misterio sin escudriñarlo. Les obliga su naturaleza y su crédito. La creación les contempla. El mediodía tan grande, con tanto sol, no puede sumergirse en un tubo de caña. No importa: allí está el escarabajo. No temerá. Para él solo guardaba la tenebrosa aventura. Y se agarra al borde del cañuto y se va asomando.
Su cuerpo tan orondo principia a sudar y crujir, adelgazándose, afilándose para internarse en el abismo. Después, se queda silencioso; y en silencio, blandamente se hunde. Fuera, está toda la mañana esperándole. ¿Qué sabrá, a estas horas, el desaparecido? ¿Cómo podrá salir?
El desaparecido sale reculando, y en seguida se le enciende en su espalda y en su sombrero de luto los negros fanalillos al sol. Y se pasa a la otra caña horadada. Es otro misterio. No se cansará el investigador. Vuelve a sumirse; vuelve a salir; y acude insaciablemente al cañuto de al lado. ¿Qué hace dentro?
Está encogido, atendiendo lo que piensa de él la gloriosa mañana. A otro cañuto, después al siguiente; todos los pesquisa; y nunca acaba, porque tiene el goce doctísimo de volverá penetrar en los mismos misterios de los mismos cañutos de antes, sin darse cuenta.
Tocan las campanas, muy poco, cabeceando con pereza. Tocan lo preciso para acentuar «las doce». Mediodía exacto. Todo el pueblo se sienta a comer; y los jornaleros que están en la labor, dejan hincada la azada y la reja, y buscan su atadillo de pan, companaje y navaja….»
Del escritor alicantino Gabriel Miró.
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