Tikkun Olam, imperativo ético para Chile
Por Jorge Zeballos Stepankowsky «Revista Oz» de wordpress»
Aquí estamos, chilenos, judíos, ‘gauches’, indisciplinados, laicos; nacidos en Temuco, Haifa y Ñuñoa; masorties, reformistas, ateos; profesionales, técnicos, universitarios; mentsch y otros que desearían serlo; asalariados y dandys; vatikim (veteranos) y jadashim (neófitos). Cada uno con la sensación que está en este mundo para integrar un proceso de transformación. Nuestro patrimonio judío a esto le llama tikkun, palabra hebrea intraducible que denota reparar, mejorar, corregir, curar, transformar. Durante años, los judíos hemos pensado Chile y el mundo como un fracturado rompecabezas en el cual los pedazos están esparcidos por todas partes y cuyo significado interior está truncado e incoherente. Las fragmentos deben colocados en sus lugares para que el cuadro sea justo y perfecto. La participación del progresismo y de todas las marginalidades judías resultan esenciales para que estos fragmentos sean situados -tikkun mediante- en sus esferas propias.
¿Concretamente que son estos fragmentos?
Estos fragmentos son los sucesos, individuos, objetos, experiencias, conflictos, gracias y desgracias que a los judíos progresistas les ha tocado vivir como espectadores, y en ocasiones, como protagonistas. Si esas piezas son examinadas con delicadeza, buen humor, justicia y optimismo, cada una de ellas será reubicada en el lugar correcto, y esta transformación, dialógica, es el objetivo de ser de Revista Oz.
Siempre indispensable, Gershom Scholem escribió una vez que los procesos históricos, y su alma más secreta, la acción religiosa del hebreo, preparan la restitución final de todas las luces y centellas separadas y dispersas en el exilio de la materia… lo tanto depende de nuestro libre albedrío, según el viejo maestro Isaac de Luria, dar o no el sello definitivo de este proceso de reparación, en definitiva de tikkun olam.
Como progresistas y como judíos recojemos las palabras del cabalista Luria. Nuestro país, nuestra kehilá, el mundo, no es intrínsecamente bueno o malo. Formado por personas, nuestro entorno es posible de perfeccionamiento. Por medio del tikkun escrutamos romper el exilio, el exilio histórico del pueblo que duró dos mil, dieciséis o quizá cuantos años y el exilio epistemológico de cada hombre. Y esto no tiene nada que ver con nostalgias maximalistas de un desaparecido contexto global bipolar, sólo es el intento que el mundo y las personas puedan ser hoy, un poco mejores que ayer.
En tal sentido, Revista Oz principia este año bajo un nuevo formato, donde pretende ser una herramienta que no se encuentre presa de nuestro pasado criollo o comunitario, nunca culpará a un hábito, a la familia o a la sociedad por sus propios problemas. Revista Oz no está interesada en culpar, tampoco en olvidar. Oz, hebraismo que significa coraje y determinación se presenta así, simplemente para observar críticamente y anamneticamente como estamos quienes vivimos a los pies de los Andes e intentar dialogar con todos quienes así lo deseen, aunque sea la primera vez, aunque sea más cómodo no hacerlo.
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